miércoles, 22 de octubre de 2008

¿CÓMO OLVIDARLA?

Cuando uno nombra a una joven llamada María Soledad Morales, es imposible olvidar que de la mano de ese nombre hay un hecho relacionado: “Asesinato”.
A Muchos se les viene a la mente una provincia: “Catamarca”, su gente y una nueva manera de protesta social creada por ellos: las marchas del silencio. Los nombres Luis Tula y Guillermo Luque.
A 18 años de uno de los crimenes más renombrados de Argentina, Nada se olvida.

La noche del 7 de setiembre de 1990 María Soledad fue a una fiesta en un boliche en pleno centro de la ciudad. Un festejo que se había organizado para recaudar fondos para el viaje de egresados de su curso del Colegio del Carmen, y donde se encontraban jovenes pertenecientes a familias de clase alta de la provincia; entre ellos Guillermo Luque, hijo del diputado nacional y peronista Angel Luque.

Según testigos esa noche María Soledad salió del local con un hombre llamado Luis Tula pero nunca volvió a su casa donde la esperaban sus padres, Ada y Elías Morales.
Fue encontrada en un zanjón a un costado de la ruta provincial 38, a unos 6 kilómetros de la ciudad de Catamarca el 10 de Septiembre. A La joven la habian encontrado drogada, violada, con el rostro desfigurado -por un golpe con una piedra- y asesinada.

A la Justicia le llevó años determinar que la adolescente había sido llevada a una fiesta de sexo y drogas en la que colapsó, presuntamente, por una sobredosis; pese a que intentaron reanimarla.

LA JUSTICIA SE HIZO ESPERAR
Desde un primer momento las investigaciones fueron demoradas y ciertamente manipuladas. Se tardó más de dos meses en abrir la investigación judicial y cuando la justicia intervino, la preferencia hacia los posibles involucrados se hizo notar. En esas condiciones un diputado nacional Luque había declarado que si su hijo hubiera sido el asesino, el cadáver no habría aparecido. Esto hizo que se produjera un escándalo que llevó a la expulsión del mismo del Congreso y a que, en 1991, el gobierno nacional (en ese entonces a cargo de Carlos Menem) interviniera; primero el Poder Judicial de la provincia, y luego los poderes ejecutivo y legislativo. La intervención federal de la provincia, que incluyó el envío del Comisiario de la Policía Federal Luis Patti para aclarar los hechos, también demostró una evidente falta de voluntad de resolución del caso.
Finalmente en 1996 se inició el juicio oral por el asesinato de María Soledad, estando imputados Guillermo Luque y Luis Tula. La televisión nacional transmitió, a todo el pueblo argentino, el juicio en vivo -a cada minuto y cada segundo-; pero esto trajo un nuevo escandalo, ya que al transmitir el juicio en directo se registraron una y otra vez detalles en los gestos de los jueces que evidenciaban actitudes “parciales” frente al caso. Esto derivó en la anulación del juicio y a que más tarde, en 1998, se realizara uno nuevo.
¿SE VIENE LA SEGUNDA Y DEFINITIVA?
En 1998 empezó un nuevo juicio, donde las condiciones políticas en el país y en la provincia habían cambiado considerablemente; y el 27 de septiembre Guillermo Luque fue condenado a 21 años de prisión por el asesinato y violación de María Soledad Morales, en tanto que Luis Tula fue condenado a 9 años de prisión como partícipe secundario del delito de violación.

En ese entonces el tribunal ordenó investigar el encubrimiento, pero esta orden nunca fue cumplida. El encubrimiento podría haber tenido como involucrados a la policia catamarqueña, al ex gobernador Saadi, al subcomisario Luis Patti y al propio ex presidente Carlos Menem.

Hoy por hoy, después de 18 años, Soledad hubiera tenido 33 años y su mamá, cansada de tanta lucha e injusticia, afirma que: el caso de su hija fue de “justicia a medias” y sólo para “conformarse” , porque cree que hubo más participantes en la violación y que, en cuanto a los encubrimientos, muchos más.
Esto es lo que quedó de uno de los casos que más conmovieron al país: UN CASO ESCLARECIDO A LA MITAD.
¿ALGÚN DÍA SE SE PODRÁ COMPLETAR LA OTRA MITAD PARA QUE FINALMENTE MARÍA SOLEDAD DESCANSE EN PAZ?

Reportaje escrito por: Marlene Prado Lima

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